Salir a jugar a la calle parece cada vez una misión más épica. Lo fue durante la pandemia, cuando se nos aisló en casa, y los únicos con permiso para salir a pasear eran los perros. (No olvidemos que nuestro país fue uno de los más restrictivos para con los niños en este sentido.) También lo es porque las calles se han vuelto peligrosas por la contaminación, los atropellos de coches, motos, bicis y patinetes y el miedo a que alguien haga daño a nuestras criaturas.
En la Observación general n.º 17 (2013) sobre el derecho del niño al juego (artículo 31), el Comité de los Derechos de la Infancia nos dice: “Por juego infantil se entiende todo comportamiento, actividad o proceso iniciado, controlado y estructurado por los propios niños; tiene lugar dondequiera y cuando quiera que se dé la oportunidad. […]”. ¿Podemos privar a los niños y niñas, y privarnos, como sociedad, de las oportunidades que nos ofrece el espacio público al aire libre?
Por eso este año queremos animar a las familias, las entidades de ocio, las escuelas y las personas trabajadoras (sea cual sea el ramo de su empresa), a que el 28 de mayo (o los días alrededor del 28 de mayo) salgan a jugar a la calle, al patio o al parque. Pedimos a los ayuntamientos que abran más calles al juego y que promuevan el juego en familia y entre amigos en todos sus espacios de ocio, cultura y trabajo.
El alma del juego es revolucionaria porque nos convierte en personas libres y apasionadas, pero, sobre todo, porque nos convierte en personas capaces de lanzarnos a conquistas épicas como la de transformar el mundo, sin esperar más a cambio que el placer de intentarlo. Esto lo tienen muy bien aprendido en el colectivo de Revolución Basada en Juego y, como dicen, “la revolución será lúdica o no será”.
¿Revolucionamos el Día del Juego saliendo a la calle a jugar, con o sin permiso?
Imma Marín, Presidenta de IPA Spain
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